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Como por arte de magia, la ambición de ser diferente, de vivir su propia vida, se esfumó en Iko Kelava. Como una matrioska se había desmontado a sí mismo para llegar a ser tan pequeño como la última de las muñecas, para encajar en la masa uniforme, para pertenecer al grupo, porque durante la guerra tan solo pertenecer al grupo garantiza una aparente protección e Iko no estaba solo, sino que tenía mujer, dos hijos, un padre y una tía. Quién sabe a qué pudieron obligarle para poner a prueba su pertenencia y lealtad... 

La repetición, Ivica Djikić
Traducción de Maja Drnda y Christian Martí.






Lectura: Sésamo en el pecho, ábrete



La experiencia literaria en la obra de Peter Handke (Griffen, Austria, 1942) no es la fórmula del contar por contar. Y esto cobra significado no porque relatar sea contrario a la importancia de una obra artística, sino porque estamos en un ciclo donde las noticias y la vida íntima de las personas se expanden en forma de relato uniforme. ¿Cómo no reconocer la valentía de un escritor que asume la narrativa como un instrumento para llegar a un estado superior a donde puede aspirar la condición humana?  Una sensación no está completa hasta que es una imagen. Am Felsfenster morgens.

Eustaquio Barjau, traductor de buena parte de la obra de Peter Handke al español, nos dice que “las historias, suelen tener un cierre: ya ha terminado lo que queríamos contar, ya no se cuenta nada más. Suelen tener también intenciones concretas; esto es muchas veces lo que determina el cierre y lo que define los distintos tipos de narración: el apólogo, la parábola, el mito-como historia explicativa, o explicación por medio de una historia-o incluso también la historia como narración de lo ¿importante? acontecido, para que no volvamos a incurrir en los errores del pasado.”  

El sentido del peso del tacto es uno de los sentidos que nos ha violado el poder. Dice Handke: “Tocar la nuca calentita de un bebé, eso no tiene receta, es un paraíso no programado por nadie”. Y es a ese paraíso-en un sentido superior al dogma religioso_, al que nos eleva la experiencia literaria en la narrativa de Handke. Estamos en un ciclo histórico que nos invita a dos extremos: la vulgarización de  la existencia o el correctismo de las opiniones. Como si hubiera que resignarse a asistir al concepto cerrado de “una realidad” mediocre. La sociedad mundial es la que cuentan las noticias y la que la mayoría reproduce en las redes virtuales. Sólo se acredita “una realidad central” y las versiones que de ella se desprenden. El molde de esa realidad ha tocado techo y gira en torno a su esquema. He ahí cuando la obra de Handke toma un matiz político. Es una actitud política escribir-hoy-sobre el acceso a una imagen (humanamente sagrada) superior a las cinco normas disfrazadas de circunstancias por las élites que diseñan la cultura (la realidad).



Traducciòn de Justo Jorge Padrón 


TODOS LOS MOMENTOS LUMINOSOS… 


-I

La luz más relumbrante procede de lo oscuro,
más bella es la mujer en la penumbra.
Los pendientes cintilan sólo al anochecer.
Relucen en la noche piezas de su montura.

La flor de la Gumuda se abre en la atardecida.
Los caballos nostálgicos relinchan en el alba.
Escuchar las canciones ilumina hasta el ánimo sombrío.
Del amor de cada hombre surge el sumo esplendor.

La luz brilla aún más al salir de las nubes.
Solamente es el karma savia de la verdad.
Tanto los resplandores de una estrella fugaz como la incandescencia de su luz
han de engendrar un hijo que alumbre el Universo.





¿Que desgracia más tendría que acontecer,
para que por fin llegásemos a sentirnos un todo global humano?
Blaga Dimitrova, última entrevista




En un encuentro en el Ateneo de Madrid a la pregunta: «¿Cuál ha sido en su opinión la mayor desgracia vivida por la humanidad?», Borges contestó: «La revolución de Octubre, que dividió la humanidad en dos, y cada una encerró en su cárcel». Todavía sigue en mí el temblor terrorífico con el que vibraba y resonaba esta respuesta, tan inmediata y tan pensada.

Vine a España el otoño del 1983. Ni siquiera hablaba español, pero escritores y artistas españoles me tenían imantada. Eran parte de mí que ansiaba regresar a sí misma, aventurándome en un territorio otro, el territorio del otro. No me daba cuenta de que la dirección desconocida y otra era mi propio ser, mi forma de percibir, de expresar el mundo y la existencia. En estos años he aprendido. Mi inquietud ha crecido. Y la angustia. No sé si podré expresar mis intuiciones, y en qué  idioma. Pero basta con vivir el mestizaje camino de un nuevo pensar. Vivir el resurgimiento de Europa, la que ve de lejos. La que parte ahora en la difícil misión de incorporarse la perspectiva del otro y de lo otro, a abrir su herencia a la innovación, no tornarla un museo en el mundo globalizado de lo virtual.

En este mundo nuestro, gobernado por el discurso, la dispersión de las ideas y el imperativo moderno que exige borrar las huellas, la palabra poética, con su memoria y sus presentimientos, con sus sombras y oscuridades, con su luz de luciérnaga en la noche cerrada, con su sol que arde sin tregua a pesar de la muerte, en su eterno viaje al descubrimiento de lo otro, sigue siendo la morada de nuestro ser esencial, el espacio donde somos, donde el espíritu humano se asoma a la libertad, la autosuperación y la permanencia. Donde la memoria y la imaginación, exteriorizadas en el lenguaje, arden en la vida única de la conciencia en expansión, por encima de los inexpugnables límites del espacio – tiempo (Canetti).

Mi propósito era crear una imagen del proceso de anulación de la entropía del espíritu humano a través de una lectura de los poemas de la escritora búlgara Blaga Dimitrova. Descifrar en breve su relación con la tradición, el presente, el futuro. Señalar el diálogo de fondo que mantiene con la obra de autores clásicos universales: Homero, Ovidio, Dante, Cervantes, Sheakspeare, Goethe, Gogol… 

Con poetas del canon búlgaro como Constantino Cirilo el Filósofo, Botev, K. Hristov, P. Slaveikov, Yavorov, Debelianov, Liliev, Bagriana. Sistematizar las búsquedas expresivas y filosóficas que la unen a las indagaciones y las intuiciones del s. XX de la poesía. Situarla en el proceso de transfusión y transmisión de los mejores a los mejores, que es la literatura (Herrera). Pues, su texto ofrece una imagen muy definida de cómo la palabra poética actúa contra las tendencias de dispersión. Cómo el resonar de la palabra hecha propia la integra en el espacio entre el tiempo y la eternidad que es la poesía… Imposible en unas páginas contadas. Me queda trazar en líneas generales algo del proceso en el que desde el inquietante sentir de que «el futuro hecho es la muerte» (principio de incertidumbre de la física cuántica), la palabra poética la rescata a ella misma del vacuo de la doctrina. Cómo sus versos líricos e intimistas intuyen que «la deserción de la estética es la metáfora de la represión, que toda certeza muta fácilmente en violencia». Cómo su estilo, antirretórica y sintético-reflexivo, formado por la voluntad de ir hacia la alteridad, y su visión de la condición humana, ajena al triunfalismo de las utopías, llevan su poesía a la intemperie de unos páramos donde la tradición funciona como novedad en el abrazo del deseo de unir lo cercenado. 



Mi humilde homenaje a Lev Nikolaievich Tolstoi

Todo existe porque amo. No podía encontrar
placer en la vida, sabiendo que existen la vejez,
el sufrimiento y la muerte.
L. N. Tolstói

La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé
me ha sido dado por el corazón.
L. N. Tolstói

¿Qué es el bien? No es más que amor.
L. N. Tolstói


Para el lector español la editorial Siruela ha recopilado hace tiempo  27 de los mejores cuentos contados por Lev Nikolaievich. Entre estos hay uno, muy, pero que muy especial. Se titula “Iván(ushka) el Tonto”. 

La historia de Ivánushka viene de lejos, de antaño, muy de antaño. Protagoniza cientos de cuentos de todo tipo: mágicos, satíricos, costumbristas, historias de risa y de llanto y miles de anécdotas. El folclore, la creación popular, le sitúa en un lugar muy central de nuestra memoria, nuestro imaginario y nuestra visión del mundo. La bondad se confunde con la simpleza en este personaje que hace el bien a diestro y siniestro ante el regocijo de los burlones y la traición de los avariciosos, dice la reseña de la editorial. 

Debo reconocer, y que quede entre nosotros, por favor, que desde que tuve mi primera relación con el texto Tolstói, que era un encuentro con estos mismo cuentos exactamente, a pesar de todos los retratos que nos traen obstinados la canonizada majestuosa imagen de un hombre de edad avanzada, demacrado rostro sereno y barba larga y blanca, no he podido imaginármelo nunca si no como el rubito Ivánushka de los ojos centelleantes y las mejillas rosadas que nos sonríe desde las páginas de las ediciones para niños de los cuentos populares. 

Ivánushka. El héroe antihéroe del mágico cuento popular “El dragón de tres cabezas y la manzana de oro”. El hermano menor cuyo amor e ingenua bondad  vencen no únicamente al dragón, símbolo de la aniquilación, sino también las trampas de la avaricia,  la maldad, la envidia, el egoísmo, la traición y salvan nada menos que la existencia misma, la vida, esa manzana de oro que ilumina la noche del universo. 




A propósito de la epidemia vampírica del siglo XVIII
y el imaginario del vampiro en Europa Oriental y Occidental.





PRÓLOGO


El miedo, la inseguridad que lo produce y las crisis económicas, sociales o políticas, suelen parir monstruos.

A nada de esto es ajeno el siglo XXI, natural prolongación de una centuria que fue testigo de los escándalos éticos más hipócritas y aberrantes que hayamos registrado; y, como es lógico, nada bueno pudo derivarse de todo aquello, muy a pesar de los enormes avances tecnológicos alcanzados en algunas partes del llamado “mundo civilizado”.

Los viejos demonios del hombre, esos que surgieron en las antiguas cuevas del paleolítico, sobrevivieron con fuerza inusitada, recreando un complejo panorama cultural, enredado e interesante, en el que el imperio de los ordenadores, las tablets y la telefonía celular de última generación, el wifi y la Internet, no desplazaron del todo a la magia ni a la brujería. 

El más acabado irracionalismo convive con el pensamiento académico-técnico más serio, entreverándose y desdibujando lo que por un tiempo fue la nítida frontera que separaba la realidad de la ficción. Siempre ha sido así. Lo que sucede es que hay momentos en que lo sobrenatural tiene más prensa que en otros, consiguiendo de esa forma instalarse en el imaginario colectivo con la misma fuerza con que se instala la existencia de un árbol o una cerro.

Hoy debilitado, el racionalismo deja caer, allá y acá, el muro de contención que nos aislaba de las maravillas; y lo que es peor todavía, aúna sus fuerzas con su principal enemigo racionalizando lo irracional a través de los medios tecnológicos que, al menos en teoría, deberían permitir una medición, control y lectura más acabada del mundo.1

La necesaria cuota de trascendencia y misterio que muchos sueñan alcanzar es una muestra, no demasiado evidente a primera vista, de una época que desea y requiere apartarse del desangelado y materialista universo que construimos desde la Ilustración del siglo XVIII. Como entonces, las enfermedades, el hambre, la injusticia y la ignorancia que sufren legiones de personas, las guerras, los desplazamientos forzados, el renovado racismo y los malditos estereotipos que se derivan de todo ello, retroalimentan actitudes y situaciones que los historiadores hemos visto y estudiado en el pasado (remoto y no tan remoto).

El propósito de este trabajo es analizar la famosa epidemia vampírica que se desató en Europa oriental (y por contagio, también en la occidental) durante el siglo XVIII; rescatando las semejanzas que existen con la actualidad, al tiempo de revelar la “larga duración” de las mentalidades, detectando ese sustrato profundo y casi inalterable que las sociedades arrastran a lo largo del tiempo.

Acercarse a la epidemia de vampiros que se dio en pleno Iluminismo es también encontrar el origen (occidental al menos) del mito más extendido y lucrativo de los siglos XIX y XX: el de los muertos-vivos bebedores de sangre.
    
Muchas cosas han cambiado. No hay duda de ello. Pero las permanencias sorprenden. Y eso es lo que pretendo que el lector detecte en las páginas siguientes.

Encaro, por fin, una deuda personal pendiente con los seres que más me aterrorizaron durante la infancia: los vampiros.

   
Buenos Aires, Argentina
Julio 2014