Guillermo Alberto Blanda | Un poco de amor francés: cronología novelada de la vida y obra -literaria- de un lobo-hombre

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Cuenta la leyenda que hace ya algún tiempo, en Ville-d'Avray -una pequeña localidad turística de la Île-de-France-, tuvo lugar un célebre aquelarre con motivo de trazar el destino de quien sería el más mítico representante de aquel ignoto pueblo estival: el lobo-hombre. Se dice, también, que cada uno de los presentes elucubró, secretamente, un futuro distinto para el pagano neófito: músico, ingeniero, cantante, escritor, compositor, pintor, escultor, traductor, actor, periodista, inventor; tan basto era el número de posibilidades sugeridas que los confabuladores, amenazados por la inminencia del alba dominical, pactaron ecuánimemente y le otorgaron talento para todas, pero a un precio muy alto: el corazón de éste sería arrancado y entregado como sacrificio al Mago del Siam -heresiarca de aquellos- antes de la cuarta década de vida, antes del reconocimiento, antes de la admiración.

Corría el año 1920 y había nacido Boris Vian.



Pasan, digamos, veinticinco años, y el licántropo está comenzando a mamar de la bohemia parisina. Ya hace unos años que debutó, con el nombre apócrifo de Denis, en un burdel barato de Montmartre, ya tocó la trompeta en algún subterráneo club de jazz de Saint-Germain-Des-Près, ya colaboró con la prestigiosa Les temps modernes de Jean-Sol Partre2, ya se perfila como Sátrapa trascendente del Colegio de Patafísica. Ahora quiere más, su lado hiénido está hambriento y las víctimas elegidas son dos mamíferos disímiles: la hipopotámica moral de la sociedad francesa y la vampírica ceguera de la crítica literaria. Escribe, entonces, una saga de novelas negras (donde ya comienza a vislumbrarse su escritura ácida y rabiosa, con temas que van desde el racismo a la violencia sexual, pasando por la satirización de personajes famosos, como el presidente Truman, por ejemplo) bajo el pseudónimo de Vernon Sullivan -un supuesto autor de color estadounidense- y en las que él aparece sólo como traductor y prologuista. La respuesta es contundente: por un lado, una de las novelas3, Escupiré sobre vuestra tumba (1946), es prohibida por ultraje a las buenas costumbres; por el otro, la crítica jamás le perdonaría esta "pequeña broma" de su impostura.

Estamos ahora en 1947, año que marca un hito en la obra vianesca: aflora en su escritura un delirio surrealista enmarcado por un estilo insólitamente violento, plagado de imágenes revulsivas y piruetas lingüísticas que constituyen un sutil diorama de ingenio, invención y sarcasmo en las que el lector no tardará mucho en encontrar los dos grandes temas subyacentes en la literatura de Vian: el amor y la muerte. En ese año publica dos novelas4, una de las cuales, La espuma de los días, será calificada por Raymond Queneau como "la más desgarradora novela de amor contemporánea". En el prefacio a esta obra -fúlgida y desoladora metáfora de la aniquilación de la inocencia por medio de la inexorable expulsión del paraíso de cuatro personajes de alma adolescente-, el autor deja muy en claro su particular visión de la vida. Escribe:

"En realidad, sólo existen dos cosas importantes:
el amor, en todas sus formas, con hermosas mujeres,
y la música de New Orleans o de Duke Ellington."

Está comenzando la última década de su vida y Vian no lo presiente, lo sabe. Ahora, más que nunca antes, agota sus días, los exprime hasta la última lágrima de savia creadora. Escribe La hierba roja (1950), la mas autobiográfica de sus novelas: aquí Wolf, su alter-ego, emprende un viaje intro y retrospectivo valiéndose de un extraño aparato de su invención capaz de rebasar todas las fronteras de la realidad y el sueño. Una vez más, el gran polígrafo francés pone su incontenible fuerza poética al servicio de un mundo inexplorado.

Ya es 1953 y publica su obra máxima, El arrancorazones. En esta novela el autor parece asentado en un universo que le es finalmente propio, en un mundo de fábula poética que desborda ingenio y fantasía. La confrontación entre el mundo infantil y el adulto se carga de tensión, acidez y violencia; convirtiendo a los inolvidables personajes de Joël, Noël y Citroën en los estandartes contra la dominación materna, el psicoanálisis y el existencialismo, tan en boga en aquellos años. Un párrafo aparte para Jacquemort5, el siniestro psicoanalista siempre en busca de pacientes, de los que abusa tanto psíquica como físicamente.

Y, entonces... París, que siempre nos quedará, año 1959. En los seis años transcurridos, Vian continúa haciendo lo de siempre: escribe críticas de jazz, poemas, canciones6, cuentos7, guiones cinematográficos, libretos de ópera, obras de teatro8; canta, toca la trompeta...y se da el gusto de refutar fácticamente al mismísimo ex-rektor de Friburgo: es un ser para la vida cuya única posibilidad es la muerte.

La muerte, de eso hablábamos, y del 59. Dicen los hacedores de mitos impuros -léase biógrafos- que el corazón de Vian, tangamente cansado, no resistió la visión de la infiel adaptación cinematográfica que un despistado regista hizo de Escupiré sobre vuestra tumba. Aseguran los refutadores de leyenda -léase críticos- que al lupum se lo devoró su obra (¡menuda paradoja!). Sólo nosotros, los viananos a morir, sabemos la verdad. Sabemos la hora exacta en que lo recogió La Gloira9 para emprender el viaje final. Sabemos que le pagó con un trozo de carne y una copa de vino de Arbois, ya que donde aquél vive el oro no tiene valor alguno. Sabemos el lugar elegido por El Mago del Siam10 para recibirlo al otro lado de la orilla. Sabemos las palabras exactas que pronunció Denis11 -ya había dejado de ser Boris y Vernon para siempre- al entregarle su arrancado corazón (pero nos está vedado decirlas). Sabemos que consumado el sacrificio, dos hermosas mujeres con los ojos extirpados12 tomaron de cada una de sus garras al lobo-hombre y lo condujeron a una acogedora taberna, similar a las que pueden encontrar los viajeros en Ville d' Avray. Y sabemos, esencialmente, que la lengua mordaz de este lobo no es sincera, pero nos gusta oírla. Queremos más.




Notas

1 Analecta Literaria agradece a Sonia M. Yebara y a la Revista Espacio de Escritura de los Estudiantes de Letras de la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario,por permitirnos publicar este texto de Guillermo Alberto Blanda.

2 Anagrama fonético con el que se refería socarronamente Vian a Jean-Paul Sartre.

3 Las otras son: Que se mueran los feos y Todos los muertos tienen la misma piel, también de 1946.

4 La otra es El otoño en Pekín.

5 En castellano "jaque mate".

6 Las más famosas son El desertor y Yo soy snob.

7 Los cuales publicará su viuda, Úrsula, bajo el título de El lobo-hombre (1970), volumen que incluye los notables "El amor es ciego" y "Los perros, el deseo y la muerte".

8 Entre las que cabe destacar Los fundadores del imperio (1959).

9 Personaje de El arrancorazones que posee características similares al Caronte griego.

10 Personaje del cuento "El lobo-hombre", incluido en el libro homónimo.

11 Idem nota 10.

12 Alusión al cuento "El amor es ciego", ya mencionado.

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