A pesar de la enorme expansión de la lengua francesa —de la que resultan expresiones literarias producidas en contextos muy diversos—, es posible señalar algunos rasgos comunes que caracterizan al escritor francófono. Según el crítico Bernard Mouralis (2006), existen tres aspectos principales que pueden dar cuenta de lo que él denomina “la condición del escritor francófono”. Por un lado, apunta a los obstáculos propios del autor francófono, los cuales se vinculan con cierta imposición a estar pendientes del discurso político acerca de la lengua francesa y con la problemática del origen. También hay coincidencia en la condición periférica respecto del mundo literario francés, puesto que París sigue siendo central gracias al mercado editorial, la crítica y un discurso que oscila entre la celebración de la literatura francófona como una prolongación de la francesa y la búsqueda de formas y temas nuevos de los que nutrirse. Finalmente, Mouralis se detiene en la diglosia como constante que viven los autores francófonos más allá de las fronteras de Francia, aunque también en algunas de sus regiones.
Claro que la diglosia presenta características propias en las distintas zonas culturales: en Bélgica y en Suiza el francés goza del estatuto oficial junto a otras lenguas europeas; en algunos países del África su uso está restringido a la administración y a la enseñanza; en cambio, en Québec el francés aparece como un acto de resistencia de una identidad frente al mundo anglófono. En el caso de las Antillas, el francés convive de modo generalmente conflictivo con el créole, siendo esta lengua la principal de Haití en cuanto al número de hablantes. Si pasamos a las islas que forman parte del Estado francés bajo la denominación de departamentos ultramarinos (Martinica y Guadalupe), el créole continúa siendo muy importante a pesar de la imposición del francés como lengua única de la República.
El créole es una lengua que nace en las plantaciones antillanas, donde los colonos procuraban reunir esclavos africanos hablantes de distintas lenguas con el propósito de obstruir la posible comunicación que pudiera redundar en la organización de rebeliones. Édouard Glissant, en Introduction à une poétique du divers (1995), recuerda que ha sido el Caribe el lugar del primer desembarco de esclavos para ser luego trasladados a las islas de la región, a América del Norte y del Sur y a Brasil. Asimismo, el intelectual martiniqueño reconoce tres tipos de migrantes en la historia del continente: el inmigrante fundador o armado; el inmigrante familiar que llega con pertenencias domésticas para poblar principalmente América del Norte y del Sur y, finalmente, el inmigrante desnudo: aquel que ha sido transportado a la fuerza. Además del sufrimiento que comporta este tipo de inmigrante, los inmigrantes arribaban desprendidos de todo. Dice Glissant:
Claro que la diglosia presenta características propias en las distintas zonas culturales: en Bélgica y en Suiza el francés goza del estatuto oficial junto a otras lenguas europeas; en algunos países del África su uso está restringido a la administración y a la enseñanza; en cambio, en Québec el francés aparece como un acto de resistencia de una identidad frente al mundo anglófono. En el caso de las Antillas, el francés convive de modo generalmente conflictivo con el créole, siendo esta lengua la principal de Haití en cuanto al número de hablantes. Si pasamos a las islas que forman parte del Estado francés bajo la denominación de departamentos ultramarinos (Martinica y Guadalupe), el créole continúa siendo muy importante a pesar de la imposición del francés como lengua única de la República.
El créole es una lengua que nace en las plantaciones antillanas, donde los colonos procuraban reunir esclavos africanos hablantes de distintas lenguas con el propósito de obstruir la posible comunicación que pudiera redundar en la organización de rebeliones. Édouard Glissant, en Introduction à une poétique du divers (1995), recuerda que ha sido el Caribe el lugar del primer desembarco de esclavos para ser luego trasladados a las islas de la región, a América del Norte y del Sur y a Brasil. Asimismo, el intelectual martiniqueño reconoce tres tipos de migrantes en la historia del continente: el inmigrante fundador o armado; el inmigrante familiar que llega con pertenencias domésticas para poblar principalmente América del Norte y del Sur y, finalmente, el inmigrante desnudo: aquel que ha sido transportado a la fuerza. Además del sufrimiento que comporta este tipo de inmigrante, los inmigrantes arribaban desprendidos de todo. Dice Glissant:
“El ser se encontraba así despojado de todo tipo de elementos de su vida cotidiana, pero también y sobre todo de su lengua” (15) (1). De esta manera el créole francófono surge por “el contacto de hablantes bretones y normandos en el siglo XVII con una sintaxis que no se sabe bien cuál es, pero de la que se cree presentir que es una especie de síntesis de las sintaxis de las lenguas del África negra subsahariana del oeste” (Glissant 1995: 17).
En una colaboración al número 451 (marzo de 2006) a Magazine Littéraire, Raphaël Confiant acuerda en situar el nacimiento del créole en el siglo XVII y precisa que apenas en cincuenta años (entre 1620 y 1670-1980) se inventó con urgencia ese modo de comunicación inédito. Por ello, sostiene Confiant que, a diferencias de los francesas, los marroquíes o los senegaleses, el suyo no es un pueblo atávico, ya que ha nacido durante la modernidad cuando “la totalidad de la tierra fue inventariada y comenzó entonces la gran era de las colonizaciones europeas” (2006:45).
Este apresurado recorrido nos parece necesario para introducir la obra que nos ocupa: Chemin d’école de Patrick Chamoiseau. Este escritor de la Martinica es responsable, junto con Confiant y Jean Bernabé, del término créolité que acuñaran durante una conferencia dictada en París hacia 1989 bajo el título Éloge de la créolité. Chemin d’école es el segundo volumen de una trilogía llamada Une enfance créole, donde el adjetivo créole no sólo se refiere a la lengua sino que también caracteriza una cultura en sentido amplio, sin dejar de lado los aspectos domésticos como la comida o las casas familiares. En otro lugar nos hemos ocupado del primer tomo de la trilogía, Antan d’enfance, donde hemos examinado los modos en aparece lo créole en el texto escrito en francés. Hemos observado la inclusión de vocablos propios de la cultura antillana —como los békés, los descendientes de colonos en Martinica—, expresiones francesas que exhiben una alteración respecto del empleo metropolitano —tal es el caso de mon pitit en lugar de mon petit—, frases en créole acompañadas o no de su traducción o bien aclaraciones y explicaciones de cuestiones propias de la región.
Chemin d’école apela al mismo repertorio de estrategias, aunque lo hace centrándose en el ingreso al sistema escolar, tal como lo adelanta el sistema paratextual. Además del título, la obra cuenta con una dedicatoria en la que el autor apela a los lectores de todas las periferias de imperios o de federaciones, que han debido afrontar la escuela colonial […] esta palabra de risa amarga con lo Único y lo Mismo, rico de su propio centro y contestando todo centro, fuera de todas las metrópolis, y tranquilamente diverso de lo universal, es dicha en vuestro nombre (13).
El texto apunta a dar cuenta de tensiones que se instalan en el ámbito escolar donde el francés se impone como única lengua admisible, a pesar de ser el créole la lengua materna de la mayoría de los alumnos. Son elocuentes estas palabras del director presentadas mediante el estilo directo: “¡¿Qué es lo que escucho, se habla créole?! ¡¿Qué es lo que veo, gestos macacos?! ¿Dónde creen que están ustedes? Hablen correctamente y compórtense de manera civilizada…” (64) Este discurso aparece en bastardilla, lo que le permite al autor tomar distancia de su contenido ideológico. De acuerdo con la perspectiva del director —es decir, desde la autoridad institucional—, el créole se asocia con la vulgaridad: el paralelismo sintáctico de las frases interrogativas contribuye a ubicar en un mismo nivel de transgresión el hecho de hablar créole y los gestos de mono. La exhortación apunta a hablar/comportarse civilizadamente, lo que supone utilizar francés, dado que esa lengua prestigiosa no arrastra estigmas de barbarie como el créole con sus componentes africanos.
La constatación del empleo del francés en el maestro despierta la sorpresa del niño que advierte el desencuentro insalvable entre la lengua familiar y la que se usa en la escuela. Así, la evocación de la vida áulica trae el recuerdo de las constantes dificultades que suscitan el empleo de códigos disímiles entre maestro y alumnos; por ejemplo, cuando el docente plantea una cuestión moral, preguntando si es una buena acción tomar manzanas ajenas, un alumno responde que no, precisando: “C’est un volêr-de-poule, mêssié…” Este parlamento convoca una nota al pie donde se aclara que en créole el landronzuelo es denominado voleur-de-poule sin importar el valor de lo robado. El maestro reacciona censurando la pronunciación, al indicar que no se dice volêr sino voleur, pero el autor parodia la corrección mediante el agregado de una r, de lo que resulta voleurr. Para continuar, el maestro subraya la incongruencia de llamar “ladrón de gallina” a quien roba manzanas, lo cual entra en conflicto discursivo con la nota aclaratoria, poniendo en crisis la posibilidad de comunicación entre la cultura dominante del maestro y la dominada de sus alumnos.
Más adelante, se suscita un conflicto cercano cuando un alumno pronuncia zannana a la manera créole en lugar del francés ananas. La ira del maestro no se hace esperar y pregunta: “¡¿Cómo quieren entonces avanzar por la vía del saber con semejante lenguaje?! Este patois de petit-nègre les altera el entendimiento…” (85). De esta manera, el créole queda directamente asociado a los descendientes de africanos, fuertemente interiorizados por la empresa colonial, por lo que destierra en ellos la posibilidad de adquirir saberes escolares reservados para la civilización occidental. En consecuencia, se ubica al créole en el estancamiento intelectual al punto que su erradicación se impone como objetivo institucional.
El texto ofrece algunas características del francés hablado en Martinica: el sonido u en i (crue es cri); eur resulta ère (doctère en lugar de docteur) o bien las r pueden desaparecer como en fôce que corresponde al force metropolitano. Este tipo de desviaciones podían llevar al maestro a preguntar: “¿Han escuchado a este animal?” (87). ‘Animal’ viene a enriquecer el campo semántico con que se descalifica la forma de expresión de los niños, por lo que el narrador comenta: “Tomar la palabra fue en lo sucesivo dramático”. Se incrementan, así, los cuestionamientos al sistema educativo sumamente represivo, que opera propugnando sentimientos de inferioridad entre los hablantes de créole y la variante insular del francés. Esto redunda en la pérdida de la solidaridad entre alumnos, quienes podían exclamar: “I fè an kawô. I fè an kawô. Il a fait une faute !…”. Lo que nos interesa observar en esta cita es la inclusión en el texto francés de una frase en créole, seguida por su traducción en el cuerpo textual. Esta estrategia ya ha siso analizada por Marie-José N’Zengou a propósito de Texaco, la novela de 1992 que brindara cierta notoriedad internacional a Chamoiseau gracias al premio Goncourt. La crítica sostiene que la yuxtaposición de frases en créole con su traducción supone innovación de Chamoiseau, puesto al evitar la nota al pie pone a ambas lenguas en un mismo estatuto dentro de su escritura.
Otra cuestión que emerge en el texto consiste en el reiterado uso el adverbio Oui al final de las frases, que una característica de la prosodia créole. Por otra parte, la novela da lugar formas de la cultura popular a través de la intercalación de parlamentos atribuidos a répondeurs, creando el efecto de oralidad asociado a las formas narrativas de las Antillas en las que un narrador presenta un relato ante una audiencia participativa.
El texto, entonces, opera en dos sentidos. Por un lado denuncia los abusos de poder en el seno de la escuela que busca reprimir todas las formas de diversidad, recreando escenas que recuperan palabras de maestros y alumnos. Por el otro, junto a este plano argumental, la escritura misma despliega estrategias para dar lugar a lo créole sin ningún mote de descalificación.
Para terminar, podemos acudir al ensayo Éloge de la creolite, a partir de cual es posible señalar que la manera personal de apropiarse del francés puede interpretarse como el resultado de la voluntad de no inscribir la escritura en la literatura francesa a pesar de la elección lingüística. En cambio, se busca dar cuenta de una variante que es propia, en la que conviven el francés y el créole en la emergencia de una identidad superadora de antagonismos en pos de afirmar el mutuo enriquecimiento de ambas lenguas.
En el apartado del Éloge que tiene por subtítulo “Le choix de la parole”, tras la postulación del créole como vehículo del moi profond, la propuesta abre dos senderos posibles. La aceptación de un bilingüismo potencial conduce a reconocer la posibilidad de llevar a la práctica la Créolité mediante la lengua créole, pero también a través de la lengua francesa. El programa establece tareas distintas a cada una de estas formas de expresión. Para la literatura en créole, los autores destacan la necesidad de conquistar la lengua escrita, lo cual contribuiría a su salida de la clandestinidad, integrando la palabra ancestral con el nuevo vocabulario. En esta perspectiva, no basta que el mero empleo del créole para la inserción en la Créolité. Respecto de la literatura en francés, los autores parten de exaltación de la conquista que han llevado a cabo. Esta conquista –que más adelante se asume también como una apropiación– supone, en esta perspectiva, no solamente el dominio de sus normas, sino la ampliación del sentido de ciertas palabras, así como el desvío y la metamorfosis de tantas otras. Reivindican, asimismo, la conservación de términos arcaicos y el enriquecimiento del léxico y de la sintaxis. Por lo tanto, preconizan: “Nuestra literatura deberá dar testimonio de esta conquista.”(46, énfasis del original en francés).
Antan d’enfance se inscribe en esta segunda tendencia, pues como hemos señalado la escritura en lengua francesa no niega la existencia de una cultura propia: la créole. Esta, por el contrario, es integrada a la escritura mediante las distintas estrategias que hemos observado. Porque justamente la escritura se constituye en ese espacio en que es posible la co-existencia de dos tradiciones: la francesa con su lengua y su extensa literatura y la créole con constantes indicios de su idiosincrasia, sus creencias y su lengua, la cual insiste en afirmar su existencia asumiendo un estatuto de igual dignidad al francés. Entonces, la convivencia de las dos tradiciones supone el surgimiento de una cultura distinta, lo cual es el ideal perseguido por la créolité.
Notas
* El autor es investigador del CONICET-Universidad Nacional de Mar del Plata. El presente trabajo es una comunicación publicada en las actas del III Congreso Internacional Encuentro de Mundos. Pasajes Interculturales organizado por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario los días 27,28 y 29 de mayo de 2009. Reproducido con la autorización de la editora Sonia M. Yebara a quien Analecta Literaria agradece muy especialmente su gentileza.
(1) La traducción al español de todas las citas es nuestra.
Referencias bibliográficas
BERNABÉ, Jean et al. (1993) [1989]. Éloge de la créolité. París: Gallimard. Edición bilingüe francés-inglés.
CHAMOISEAU, Patrick (1996). Une enfance créole I. Antan d’enfance. París: Gallimard.
CHANCÉ, Dominique (2005). Histoires des littératures antillaises. París: Ellipses.
CONFIANT, Raphaël (2006). “De la bigamie linguistique...” en Le magazine littéraire, Nº 451, marzo 2006, pp. 45-46.
GLISSANT, Édouard (1995). Introduction à une poétique du divers. Montreal: Presse Universitaires de Montreal.
MOURALIS, Bernard (2006). “La condition de l’écrivain francophone.” en Le magazine littéraire, Nº 451, marzo 2006, pp. 38-40.
N’ZENGOU-TAYO, Marie-José. (1996) “Littérature et diglossie: créer une langue métisse ou la «chamoisification» du français dans Texaco de Patrick Chamoiseau.” en TTR [Traduction, Terminologie, Rédaction], N° 1. pp.155-176.
WALTER, Henriette. (2001) “Francophonie en îles” en Notre librairie. Revue des littératures du Sud, N° 143. pp. 29-34.
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